CIUDAD DE MÉXICO.- Una pluma y unas hojas de papel bastaron para que Sylvester Stallone cambiara su propia historia.
Con esas herramientas, el entonces aspirante a actor, se puso a escribir en los años 70 el guión de un largometraje inspirado en dos de sus ídolos del boxeo Rocky Marciano y Muhammad Ali, que soñaba con vender a algún estudio.
“Nunca me imaginé que podría escribir. Era el peor estudiante del mundo, fui a 12 escuelas diferentes, pero cuando estaba en Nueva York, sin conocer a nadie, me di cuenta que el físico no lo era todo y que necesitaba una mente. Así es que me compré papel y una pluma, y empecé a escribir, algo que nunca antes había hecho.
Pero de eso trata la vida. Uno debe de intentar hacer cosas de las que uno tiene temor y antes de que te des cuenta, vas a ser más valiente y más fuerte”, pronunció el protagonista de Rambo ante casi diez mil jóvenes de Fundación Telmex reunidos en el Auditorio Nacional.Stallone, quien ya había conseguido un puñado de trabajos como extra, solamente impuso una condición a los estudios que sabían que entre sus manos tenía un diamante en bruto: que él fuera el protagonista de la cinta.
“Yo no tenía dinero. Mi esposa estaba embarazada, yo tenía un perro que no podía alimentar y un auto que no funcionaba.
“Creo que en la vida uno tiene cuatro o cinco encrucijadas en las que tomas una decisión que cambia toda tu vida y lo haces esperando no equivocarte, aunque sabes que eso es inevitable, pero cuando eres joven, eres muy valiente, crees que vas a vivir toda la vida y estás dispuesto a correr este riesgo.
“Cuando uno es joven debe ser valiente, buscar alcanzar las estrellas, pararte si te caes, y si no llegas (al cielo), agarras un cuete y te subes para alcanzarlo. Nunca hay que rendirse.
A cada uno de ustedes los van a noquear 10 veces, más de lo que ustedes puedan levantarse, les van a pegar, se van a caer, pero esto es lo que va a hacer que ustedes sean maravillosos: tomar el dolor, aprender del dolor y ganar por el dolor”, conminó Stallone a la audiencia que lo recibió al grito de “¡Rocky, Rocky!”
El resto es historia. Rocky se estrenó el 1 de diciembre de 1976 en Estados Unidos para cambiar la historia no solamente de su autor, sino también de toda una industria que un año después se rindió ante el actor de origen italiano, a quien no le entregaron el Oscar a Mejor Actor, pero sí los de Mejor Película, Director y Edición.
“Rocky es el logro más importante (en mi vida) y quizá sea el legado más fuerte que yo pueda dejar, porque yo pensaba que era parte de mi historia, pero descubrí que en cada uno de nosotros hay un Rocky que debe salir y ser reconocido y amado.”
En cuanto a temas deportivos, y particularmente de boxeo, el intérprete relató durante la entrevista con Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, que entre sus boxeadores favoritos se encuentran, además de Mohammed Ali, los mexicanos Julio César Chavez y Eric Morales, “con quienes hice el comercial de Tecate”, además del inmortal Roberto Manos de Piedra Durán.
Finalmente, el creador de franquicias como Los indestructibles, agradeció la segunda oportunidad que le dio la vida al conocer a su actual esposa Jennifer Flavin, quien le ha enseñado que es más importante la familia que el trabajo.
“Cuando era joven puse al trabajo en primer lugar y perdí a mi familia. Pero aprendí.
“Ahora quiero que mis hijas se casen con alguien real: no demasiado guapo, ni alto o güero. Quiero a alguien que tenga cerebro, alma y que sepan cómo amarlas. Que no sea la estrella de cine, pero sí la estrella para ellas”, concluyó.
Sylvester Gardenzio Stallone visitó ayer la Ciudad de México como parte del congreso México Siglo XXI de Fundación Telmex, que celebró 30 años.
Emmanuel Lubezki aceptó ayer que en más de una ocasión ha deseado con todas su fuerzas no ganar el premio Oscar para no subir al escenario y ofrecer un discurso ante las personas más influyentes de Hollywood, y de las cámaras de televisión que llevan su señal a millones de hogares alrededor del mundo.
Fue horrible (ganar el Oscar)”, señaló el Chivo entre risas, para luego explicar la razón por la que no ha disfrutado ninguna de las tres ocasiones en las que ha subido al escenario del Dolby Theatre a recoger la estatuilla dorada.
“Lo he platicado con varios ganadores y creemos que por el nivel de adrenalina y el miedo, entras en una especie de shock cuando escuchas tu nombre.
“Entras en una especie de neblina, y es algo medio triste porque no me acuerdo qué pasó. Desde que dicen tu nombre hasta el momento que sales del escenario, todo es una neblina. Por eso muchas veces cuando estoy ahí, estoy pensando ‘¡ojalá que no gane yo!’ Y luego ya se me quita cuando me dan el monito.”
El cinefotógrafo ofreció ayer una charla ante casi diez mil becarios de Fundación Telmex, con quienes recorrió toda su carrera, desde su temprano interés por la fotografía gracias a una cámara que tenían sus papás, hasta sus colaboraciones con Alfonso Cuarón y Alejandro G. Iñárritu, su amistad con la fotógrafa Graciela Iturbide, pasando por sus años en el CUEC, donde conoció a Cuarón y su llegada a Los Ángeles, donde ahora suma tres premios Oscar.
“Nunca he hecho mi trabajo para ganarme un Oscar, unos premios o tener fama. Es más, jamás pensé que me fueran a dar un Oscar.
“Claro que se siente bien que la gente de la Academia reconozca tu trabajo, pero hay un peligro que es el alimentar el ego, porque tiene una cara horripilante, que es la del miedo.
“Para mí todos (los Oscar) han tenido el mismo significado y lo importante es que estos premios no sean el objetivo o el destino.”
Lubezki recordó que cuando llegó a Los Ángeles no sabía hablar inglés y sufrió muchísimo, lo mismo con lo que consideró uno de sus primeros fracasos: Grandes esperanzas, dirigida por Cuarón.
“No tenía la menor intención de ir a EU. No sabía nada de Hollywood ni del star system porque no era un interés especial. Así es cuando llegué, no hablaba inglés y sufría muchísimo.
“La pasamos muy, muy mal. Fue horrible. Pero fue importante porque la crisis lleva cambio y es como un tornado, una tormenta que va a pasar.
“La crisis de Grandes esperanzas nos llevó a reinventarnos, pues entendimos que había fracasado porque no era una película personal.”
Por eso decidieron regresar a México y volver a sus raíces con Y tu mamá también, el filme que cambió la vida no solamente de los realizadores, sino también de sus protagonistas: los charolastras Gael García y Diego Luna.
Sin dejar de reconocer que la suerte siempre ha estado de su lado, y sufriendo en ocasiones por su “español oxidado”, el cinefotógrafo también agradeció a dos cineastas fundamentales en su vida: Tim Burton (La leyenda del jinete sin cabeza) y Terry Gilliam (El árbol de la vida).
“Al trabajar con Tim descubrí que uno puede ser autor de su trabajo dentro de Hollywood.
“Y bueno Terry es uno de los más grandes poetas del cine. Un genio absoluto. Una persona que habla 20 idiomas, tiene una memoria fotográfica y una humildad increíble, como de monje budista.
“Él me cambió como persona, como padre, como estudiante del arte, de la naturaleza. Me enseñó a que lo importante no está en el cine, sino a nuestro alrededor y en la vida, en cada momento, que es tan importante como cualquier otro.
“También me enseñó a trabajar con luz natural y a observar qué pasa con la luz, a buscar y capturar lo efímero, que curiosamente cerró un círculo en mi vida.”
Finalmente, El Chivo compartió un consejo más con los jóvenes:
“Es muy importante hablar del error. El error no equivale al trabajo, es parte de la experimentación, del aprendizaje y es un arte muy importante.”
“Así es que no tengan miedo a cometer errores. Sigan su pasión, sus deseos, sus entrañas.”
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