CIUDAD DE MÉXICO.- El principal enemigo del chilango en tierras regias es el sol que achicharra y deshidrata sin misericordia. Lo es también con norteños, sureños, gringos y todo aventurado que se adentró a los 35 grados del horno rocanrolero llamado Machaca Fest.Entrar por primera vez al Parque Fundidora, el sábado, hace extrañar el amable bochorno capitalino o de otra demarcación donde lo templado del ambiente hasta entran ganas a las chicas de broncearse.
Lo obligatorio en camino a ver a San Pascualito Rey en el escenario Takis era apaciguar la sequía corporal con un trago de cerveza clara cuya temperatura bajo cero era bien conservada por los audaces vendedores y sus cubetas.
A cualquiera le sudaba el coco tan sólo de ver al maestro Alex Otaola rockear con una banda en la cabeza y a Pascual Reyes transmitir por Facebook en vivo, tocar la guitarra y cantar Caemos o Volamos.
Aún con el sol inclemente hubo quienes se plantaron en medio de la pista para ponerse en ambiente; los aburridos o precavidos del cáncer de piel se refugiaron bajo el glorioso manto de los árboles, arbustos o cualquier objeto que proyectara un pequeño oasis de sombra.
Lo que separaba los tres escenarios era apenas un sendero de cinco minutos.
Comisario Pantera, Caloncho y Mon Laferte atrajeron a los adolescentes a los escenarios BudLight y Budweiser, mientras que los más grandes prefirieron el tercer entarimado con Hoppo! De Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba.
Era incomprensible ver cómo había rockeros fieles a las camisetas negras, pantalones oscuros y botas de piel caminando sin derramar una gota de sudor, en cambio los foráneos dejaban en claro su calidad de visitantes gracias a las marcas de sudor en espalda, axilas y cuello.
Entre slams, cerveza y comida
A quienes de plano les valió el infierno fueron a los Tolidos y a todos sus seguidores quienes revivieron canciones de ésas que en secundaria abrían heridas o ardían en lo más profundo del alma. “¡Me acuerdo cuando tenía fleco, vato!”, le decía un regio a su compa antes de empezar a cantar Decisiones adolescentes.
Todos terminaron sudando y listos para seguir con Insite, más intensidad, pasión y nostalgia. Cielos que lloran animó al descontrol de los chicos, la cual aumentó al ver a Iván de Thermo unirse a Rojoazul.
La chela en estos momentos ya era obligatoria y enflacaba la cartera pues costaba 80 pesos. Resultó ser la mejor inversión, tomando en cuenta que el momento old school del pop punk y punk rock mexicano lo cerró Thermo y aún había que alocarse con ¿Dónde estás? y Lo siento.
Para estas horas en las que el sol empezaba a caer fue buena idea rellenar el barril con alimentos en la zona de food trucks, donde los veganos tuvieron su propio espacio.
A lo lejos se escuchaba Saúl Hernández con las mismas canciones de siempre: las de Caifanes, que jamás pasan desapercibidas y son igual de queridas en todas partes de México. El Caifán no olvida a los desaparecidos ni mucho menos a su raza.
Javier Blake, vocalista de División Minúscula, apareció poco después para un palomazo sorpresa con Sognare y Las luces de esta ciudad. Dejó todo listo para Fobia, que interpretó la desgarradora Hipnotízame; Los Ángeles Azules sacaron el lado charanguero a los que se dicen rockeros al ciento por ciento.
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